El Monasterio de la Cartuja de Granada es uno de los grandes hitos del arte religioso en España. Su historia, ligada a la espiritualidad cartujana, nos habla de una vida de silencio, contemplación y retiro. Pero no todo lo que fue sigue en pie. Existen espacios hoy desaparecidos que fueron esenciales para entender la vida en el cenobio. En este artículo profundizaremos en los llamados "espacios perdidos" de la Cartuja de Granada: el Claustro Grande, las celdas de los monjes y la casa del prior.
El Claustro Grande fue el corazón del monasterio. Su construcción comenzó en 1517 y se extendió hasta mediados del siglo XVII. Este espacio monumental medía 53 metros por lado y estaba rodeado por 76 arcos sostenidos por columnas, probablemente de estilo toscano o dórico según las fuentes. En su centro, un jardín con arrayanes, cipreses, sauces y palmeras albergaba el camposanto donde eran enterrados los monjes.
Las galerías estaban cubiertas con armaduras de madera y decoradas con azulejos. En los cuatro costados se alineaban las celdas de los monjes, cada una con su jardín y estanque, como una pequeña vivienda independiente. El claustro, además, contaba con pasadizos en cada uno de sus lados, que comunicaban con la iglesia, la sacristía y otras dependencias clave, permitiendo a los monjes moverse sin romper el voto de silencio.
El declive comenzó en el siglo XIX con la ocupación francesa y la posterior Desamortización de Mendizábal. Aunque el claustro había sido objeto de inspecciones y reformas (como las de Vicente de Acero y Alonso Llanos en el siglo XVIII), finalmente fue desmontado en el siglo XIX. Se vendieron columnas, ladrillos, tejas y azulejos. Algunos elementos fueron trasladados a otros lugares, como el Carmen del Realejo o el Monasterio de San Jerónimo.
Hoy, solo se conserva uno de los antiguos pasadizos del claustro, junto a la portada del Arma Christi. El resto fue devorado por el olvido y la especulación urbanística de la época.
Uno de los elementos más característicos del monasterio cartujano era la distribución de sus celdas. Inspiradas en el modelo de El Paular, estas celdas eran amplias, de doble planta y con acceso a una huerta propia. Cada monje vivía en completa soledad, sin contacto diario con sus hermanos, como parte de su camino espiritual.
Estas celdas funcionaban como micromundos donde el monje oraba, trabajaba y dormía. Algunas tenían funciones especiales: las del archivero, el boticario o el cerero. Pero nunca existió un espacio comunitario dentro del recinto del claustro grande: la vida cartujana era profundamente eremítica.
Con la desamortización y el abandono del monasterio, muchas de estas celdas fueron derruidas, y sus materiales reutilizados o vendidos. Su estructura puede estudiarse hoy gracias a antiguos planos y fotografías aéreas, pero solo unos pocos restos arquitectónicos han sobrevivido.
En el ángulo suroeste del claustro se encontraba la Casa del Prior. Este edificio estaba pensado para mantener el equilibrio entre el mundo contemplativo del claustro y las obligaciones administrativas del monasterio. Reconstruida en 1629 tras una tormenta, tenía un patio con arcos y columnas dóricas, cubierto por bovedillas decoradas con labores de yeso.
Fue el último de los grandes espacios en ser demolido, en 1943. Sus columnas hoy decoran jardines privados y parte del claustro del Monasterio de San Jerónimo. Su destrucción marcó el fin definitivo de la integridad arquitectónica de la Cartuja original.
Los espacios perdidos de la Cartuja no solo eran funcionales, sino que tenían un alto valor artístico. La arquitectura del claustro, los azulejos, las armaduras de madera y la distribución de las celdas reflejaban una concepción espiritual del espacio. Cada elemento contribuía al ideal cartujano: silencio, recogimiento y belleza al servicio de la fe.
Aunque muchos de estos espacios ya no existen, el Monasterio de la Cartuja sigue ofreciendo una experiencia única. Su iglesia, sacristía e incluso el claustrillo menor conservan buena parte del esplendor original. Visitarlo es un acto de memoria y reconocimiento hacia uno de los mayores tesoros del patrimonio granadino.
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